El amor ha sido, es y será para siempre el motor más importante en la vida del ser humano. Lo buscamos, lo damos, lo recibimos; está ahí siempre. Aunque en ocasiones se encuentre en detalles muy pequeños, está presente y sostiene. No es fácil explicar esta palabra ya que cuenta con múltiples sentidos y, además, es fácil toparnos con la adulteración de su verdadero significado y esto nos confunde fácilmente.
Desde chica, es un tema que me intriga y apasiona, he leído sobre el amor una y otra vez. Ahora mismo tengo a la mano un libro que he estado leyendo poco a poco, llamado “El amor inteligente” del psiquiatra Enrique Rojas. El propone que la solución ante esta interrogativa acerca del amor es buscar un amor inteligente que “sea capaz de integrar en el mismo concepto ambas esferas psicológicas: los sentimientos y las razones.” Y así lograr un orden en la “jungla terminológica” que es el amor.
El misterio de amar
Partiendo de su propuesta, creo yo, que el amor no es algo que se puede encerrar en una sola definición, alcanzarse en un momento y listo. Parece más un recorrido que cada persona debe caminar a lo largo de su vida, a través de experiencias concretas: amistades, familia, valores, actividades, ideales, proyectos, Dios. En este recorrido existen muchas (pero muchas) caídas, porque no podemos olvidar que somos imperfectos hasta el último poro. Pero también es parte de, amar en medio de la imperfección tiene su misterio. Saber que siempre podremos levantarnos y seguir amando nos llena de esperanza y nos vuelve a ilusionar una y otra vez. Sin embargo, definitivamente debe existir una actitud de apertura y donación ante el amor para poder experimentarlo. No es algo que se da sin esfuerzo, podemos cerrarnos a el y estancarnos.
Y finalmente, creo que el amor podría resumirse y contenerse en una sola persona: Dios. Así que, sin dudarlo, editaría la frase de Enrique Rojas en la imagen: “Dios es lo más importante de la vida, su principal guion.” La vida se trata de una historia de amor inagotable con Dios.