Existen numerosas concepciones e ideas acerca de la muerte; no solo en distintas religiones y culturas, sino que nosotros mismos vamos desarrollando diversas preguntas y suposiciones en el transcurso de nuestras vidas. Ha sido objeto de dudas debido a que, desde nuestra vida terrena, se nos sigue haciendo un completo misterio; sin embargo, nuestra fe cristiana aborda el tema de la muerte de una manera esperanzadora y no como un fin, sino como una transición a alcanzar la mayor gloria, que es Jesús.
La muerte es una realidad, y existe como consecuencia del pecado, en la Biblia encontramos el por qué tenemos que afrontarla: “Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y con el pecado la muerte, y la muerte pasó a todos, porque todos pecaron.” (Rom. 5,12). Como nosotros somos pecadores, también en algún momento llegará nuestra hora; sin embargo, desde nuestra fe, vemos que así como hemos de morir unidos a Cristo, también resucitaremos con Él.
El umbral hacia la eternidad
Hay que aprender a aceptar la muerte como algo que forma parte de nuestras vidas, con serenidad y confianza. Para lograr esto, se va poco a poco, fiándonos de Dios y confiando en Él. Cuando un ser querido muere, sigue intacto ese sentimiento de amor, y aunque sea doloroso por no volverlo a ver en esta vida; debe existir un gozo, ya que no está muerto, sino que ha pasado a la vida eterna. Cada persona que muere vivirá en eternidad lo que ha elegido previamente en la vida terrena. Jesús nos da la salvación, pero no nos obliga a aceptarla. Los católicos creemos en tres posibilidades para el alma después de la muerte: cielo (junto a Dios), purgatorio (purificándose para poder estar junto al Padre), infierno (separado de Dios).
Creemos también que cuando uno muere, la persona será sometida al Juicio Final inmediato del Señor, que decidirá su camino. En el Nuevo Testamento hay varios ejemplos (Lc. 23, 43). Así pues, la muerte es en realidad un umbral hacia la eternidad y trascendencia. Aprovechemos la vida terrena al máximo, para cuando alcancemos esta puerta, nos llenemos de gozo en la presencia del Señor.