Hermano José, CSJ
La Eucaristía lleva en ella todo el misterio de la Alianza. Dada por Dios, y solo por El, aquella noche de su deseo: “Cuanto he deseado comer esta pascua con ustedes” (Lc. 22, 14-23) Y al mismo tiempo, el misterio que se abre a nuestros ojos es también, “fruto del trabajo del hombre” (ordinario de la misa. Misal romano). Es una cooperación de la Iglesia esposa, con el gobierno del Padre, La Iglesia hace la Eucaristía y la eucaristía hace la Iglesia. Hay pues sin duda algo de la iniciativa de la Esposa-Iglesia en su realización. Don recibido, de gracia gratuita, y de trabajo y de arte, el trabajo de proveer el pan y el vino, el arte propio a la liturgia Eucarística que lo envuelve.
Distinción agere/facere
¿En el matrimonio hay algo similar? El amor humano que se realiza en el matrimonio tiene algo de la lógica del don, no es solo algo que “hacemos” (facere) o creamos. Surge del encuentro, de un recibirse uno del otro como un don, y de una elección de amor mutuo que manifiesta todo el aspecto ético que contiene(agere).
Constatamos a su vez que hay algo que se hace o se crea, el pequeño trabajo de formular en palabras (una carta, un poema, etc.) lo que el corazón siente, y de realizar actividades comunes, que permitirán, crear un ambiente, donde se desarrolle la elección mutua y el amor. Algo como un proyecto común, con sus diferentes etapas de noviazgo, compromiso, matrimonio y familia.
A mi parecer es muy importante en el mundo contemporáneo distinguir lo que es facere o trabajo y lo que es agere, ético. En ello creo que van respuestas muy concretas a confusiones contemporáneas que pueden disminuir el amor humano o debilitarlo. A su vez es difícil esta distinción, porque es la misma voluntad humana que ama y trabaja…
Volvamos a la eucaristía, la eucaristía es casi puro don, ¿Hay algo que no sea don en ella? Sin embargo, necesita para existir el previo del pan y el vino, (fruto del trabajo del hombre) y del sacerdote, que es elegido para vivir este don de su ministerio, y realizar la eucaristía, que aunque la figura es el maná, no baja por ella misma, como este.
Insertado el sacerdote en la sucesión apostólica, que parte del deseo original de Jesús, “hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19) este “hagan”, muestra cuanto es un servicio o trabajo, desde el aspecto humano, y cuanto es un don gratuito, desde el aspecto divino. Pudiéramos decir que en la Eucaristía agere y facere -que es todo el aspecto humano, muy sencillo- se encuentran y se distinguen.
No es una representación teatral, ciertamente y como advierte el Papa Francisco, en Desiderio desideravi, y sin embargo viene a re-presentar, a volver a presentar este don original de Dios, que se hace accesible y presente para cada cultura, persona y lugar.
Aquí podemos encontrar el mismo problema antes señalado, entre agere y facere, (analógicamente desde el plano humano) don contrario a la acción. ¿En qué medida por el arte litúrgico se disminuye el don? Y ¿en qué medida el puro don exaltado, sin arte lo deshumaniza?
Y el matrimonio igualmente, que es un don, pero requiere un trabajo; el puro don no basta, como tampoco el puro hacer.
Alianza-misterio-matrimonio.
Dado por Dios al inicio de su obra creadora según nos indica el relato de la creación, (Gn. 1 y 2) y devuelto en su obra recreadora “al principio no fue así” (Mt. 19, 8) el misterio de la unión del hombre y la mujer, es el gran misterio, es el Megalon Mysterion. Que san Pablo nos refiere claramente en Ef. 5, y que lo dice sobre todo de Cristo y su esposa la Iglesia. “Gran misterio es este…” (Ef. 5, 32) este don proviene del Padre, fuente de todo don celeste. Es un regalo, entonces, algo gratuito, sobreabundante, al puro estilo de las obras de Dios. Por ello nos salva.
Ambos misterios (Eucaristía y Matrimonio) los cuidamos y trabajamos en la Iglesia, son siempre un don y un hacer, es sorprendente la cantidad de trabajo, reflexión, debate, que ha suscitado en la Iglesia en las últimas décadas ambos misterios, y encuentro en ello un signo del Espíritu que nos moviliza, y nos prepara para recibir mejor y cada vez más el don.
Misterio de Alianza familiar
Pero repasemos ahora la cuestión de la Alianza, porque en ello converge en la historia de nuestra salvación maravillosamente estos dos misterios. Y la eucaristía en especial es la respuesta al misterio del deseo de Dios de aliarse con su Pueblo.
Nadie negaría que la idea de la Alianza es una idea central en la historia del pueblo de Dios, todos aceptamos la palabra, (Berit en hebreo) pero no estamos seguros lo que esta significa exactamente…. Una cosa es cierta esta alianza es familiar siempre, empezó con la primera pareja, Adán y Eva, después con Noé y su familia, Abraham y su descendencia. Al llegar a Jesús “Mediador de una nueva alianza” (Hb. 9, 15) se extendió a todos aquellos que nacen del agua y el Espíritu (Jn. 3, 5) básicamente la alianza pasa por los sacramentos… Aun en su aspecto legal, por ejemplo con el sacramento de la penitencia, o en las normas que se establecen para recibirlos y darlos. Que es un asunto de familia a la vez, pues se trata de un Padre que perdona a su hijo rebelde.
Pero esta alianza tiene siempre un “tono” especial en la historia del pueblo de Israel, es leída por los profetas, en clave nupcial, que junto con los libros sapienciales y el Cantar de los Cantares, muestras esta verdad. Estamos al corazón del encuentro de Cristo esposo con su esposa la Iglesia (Cfr. Jn. 3, 29) (San Juan Bautista así lo señala, a la vez que él se menciona como el amigo del esposo) Se trata de un esposo esperado, se trata de una boda, y se consuma con la “boda del Cordero” (Ap. 19, 5) relatada con esperanza en el Apocalipsis.
La analogía nupcial para entender la Eucaristía
Habría mucho que decir al respecto; pero centrémonos en lo nos permite comprender el lazo entre eucaristía-matrimonio. Cuando Rainero Cantalamessa trata de explicar el misterio de la Eucaristía a la curia romana en el contexto de sus predicaciones de cuaresma 2022; llega a una conclusión muy particular, en la que dice que no es suficiente la analogía del Alimento (pan), y da una razón: “Hay algo que no puede expresar, como no lo puede expresar la analogía de la comunión entre la vid y el sarmiento: son comuniones entre cosas, no entre personas.
Comulgan, pero sin saberlo.” Es por lo tanto necesario echar mano de otra analogía para entender el misterio, y entonces no duda en hablar de la analogía nupcial “La Carta a los Efesios dice que el matrimonio humano es un símbolo de la unión entre Cristo y la Iglesia: «Por ello el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos formarán una sola carne. Este misterio es grande; ¡Y yo refiero a Cristo y a la Iglesia!» (Ef. 5,31-33).
La Eucaristía —para usar una imagen audaz pero verdadera—, es la consumación del matrimonio entre Cristo y la Iglesia, por lo que a veces digo que una vida cristiana sin la Eucaristía es un matrimonio rato, pero no consumado.
Al recibir el misterio Eucarístico en toda su verdad, el Esposo (Cristo) da su Cuerpo a su esposa, y al mismo tiempo la esposa le permite vivir en ella. Este matrimonio espiritual, es la realidad divina que se entrega, “La Alianza nueva y eterna” (Lc. )para salvarnos, más aún darnos su propia vida. Con respecto al matrimonio humano, me viene a la mente esta imagen de esposos en que a la hora de hacer sus promesas, ponen en medio el crucifijo y mirándose en él, realizan el sacramento. “La novia pone su mano derecha sobre el crucifijo y el novio pone su mano sobre la de ella. Así, ambas manos quedan unidas en la cruz. El sacerdote cubre estas manos con su estola mientras ellos proclaman sus votos de fidelidad, de acuerdo a los ritos de la Iglesia”.
No es por nada que el matrimonio católico se celebra normalmente en la misa. Las bodas de Cana, primera obra apostólica de Cristo, muestras de cierta manera cuanto trajo sobreabundancia de amor, expresada en el signo de la trasformación del agua en el mejor vino (Cfr. Jn. 2, 10)
Todo esto nos deja ver cuanto los esposos a través del sacramento del matrimonio tienen una doble misión: hacer que la Iglesia sea cada vez mas esposa de Cristo; en eso va la entrega de sus personas y sus cuerpos y la obra procreativa, ser Iglesia doméstica. Pero también la entrega que hacen el uno al otro, los hace de manera muy concreta, profetas de las bodas eternas. (Ap. 21, 2)