Tal parecería que la pregunta es si la familia tiene un valor para los días actuales, pletóricos de información, mensajes masivos y externalidades que hacen difícil el encuentro con uno mismo. Y quizás cabría entonces preguntar a todos quienes leen estas líneas; ¿Qué te ha brindado tu familia a lo largo de los años que merezca ser reconocido, valorado, gritado y/o recomendado?
El sentido y valor de la familia
Quizás entonces nos encontraríamos con el verdadero sentido y quehacer de la familia, cualquier familia. Llamada a ser lo que es. Una unidad social, basada regularmente en vínculos naturales; que acoge en su seno de amor, confianza y apoyo a todos aquellos que nacen o viven en ella, compartiendo en el día a día, la vida, el conocimiento, la experiencia, el pan, las dificultades … y tantas otras cosas que la misma vida nos va poniendo en el camino.
Al hablar de desarrollo, ya sea social, económico, personal, político, ambiental, cultural, espiritual, no podemos, ni debemos pensar, en otro sujeto, sino en la persona, pues es ella quien es creadora de las instituciones que promueven cualquiera de estas facetas del hombre.
La base de una cultura
Y en este sentido podemos pensar qué es lo que se promueve para cada una de éstas instituciones de la vida pública, y con qué fin. En todas ellas, considero, nos encontraremos que lo que persiguen en última instancia y como fin postrero, el crecimiento integral de la persona, en términos de aquello que se considera por nuestra sociedad óptimo, para que la persona lleve una vida plena e integral, en todas aquellas facetas o dimensiones que la componen.
Más de repente nos encontramos con que el hombre no puede escalar a un peldaño superior, si antes no ha iniciado por el más básico, es decir, como bien dice el dicho: no puedes correr sin antes caminar. Y a la hora de ponerle nombres a estas realidades en lo íntimo del crecimiento personal, nos hallamos con que nadie puede ser una persona íntegra, plena y feliz, si ella falta al respeto; discriminando, excluyendo o estereotipando. O de la misma manera, si le faltan al respeto, ya sea individualmente o en una cultura social que tenga esto como algo normalizado. ¡Y vaya! Nos hemos entonces encontrado con qué a la base de una cultura no excluyente o discriminatoria, está el respeto.
La importancia de aprender el respeto en la familia
Y no podemos ser inocentes o ingenuos, ignorando o haciendo caso omiso de que el respeto nos lo han enseñado y lo hemos aprendido en la familia, donde nacimos o que nos acogió. Hemos entonces encontrado una cuna de las actitudes o valores; que son básicos en la relación inter personal, intra personal y en la sociedad completa que es la que da lugar a las instituciones. Valores o virtudes o actitudes, como queramos llamarles; y que pueden ser el respeto, la honradez, la laboriosidad, el compromiso, la responsabilidad, la justicia… y tantos otros, no han tenido su origen, en otro lado, sino en la familia que nos dio lugar.
De tal manera que, cualquier aglomerado o grupo social que no tenga en su haber y en su ser, esto, se encuentra abocado al fracaso.
La célula de la sociedad
Y así, cabe preguntar qué podría ser o que sería de cualquier sociedad colmada de instituciones donde carezcan de manera plena la honradez, la puntualidad, la responsabilidad, la laboriosidad, el respeto…y tantas otras. Y es entonces ahí, donde hallamos en plenitud la palabra desarrollo, ya que no puede haber tal, si no es gracias al semillero de virtudes sociales y personales que es lo que se ha dado en llamar la célula de la sociedad, la familia.
El desarrollo entendido desde la perspectiva de la familia, la supone, ya que no puede existir sin ella, ya que cualquier desarrollo lleva en sus entrañas el quehacer del hombre y este quehacer y ser del hombre, exige un modo de hacer y de ser.
Y este modo sólo será plenamente humano; sólo en la medida en que refuerce y dé cabida a cada una de las potencias, facultades, talentos, virtudes y habilidades del hombre, que le hacen plenamente hombre. Y todas éstas no son inculcadas, educadas (e-ducere) o aprendidas en germen e inicialmente, sino al interior del seno familiar.
La semilla de la familia
De aquí que, a manera de conclusión, podamos decir que el desarrollo, cualquiera que este fuere (social, económico, político, ambiental, espiritual…), está transido, lleva en sus entrañas, la semilla de la familia, que son las virtudes y facultades qué al crecer, harán del hombre un ser pleno e integrado, que contribuirá desde su ser y su quehacer a cualquier tipo de desarrollo, ya que nadie hace lo que no es.
De alguna manera el tipo de sociedad que entonces seamos y tengamos, responderá al tipo de hombres y mujeres que somos.