P. Eugenio Guerra, LC.
No solo antes de la cuarentena fue necesario salvaguardar el espíritu cristiano; en estas ocasiones es tan fácil olvidarse de Dios y ceder a los incentivos del ambiente relajado y acostumbrarnos a pasar la Semana Mayor en la superficialidad.
Es el tiempo en que celebramos, recordamos y vivimos el misterio más importante de nuestra fe. Nos hemos preparado durante 40 días de cuaresma para lograr aprovechar las gracias que Dios derrama a sus hijos en esta Santa Semana.
Normalmente vamos al templo pero desde hace un año nuestro hogar es el templo, los oficios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo no se cancelan, se viven de una manera distinta, más íntima, más profunda, más espiritual.
Todo esto nos ayuda a no caer en el ritualismo hueco, como quizá ha sido en otras ocasiones por aquella costumbre que nos había llevado a dejar de valorar estos medios.
Es precisamente ahora, que no los tenemos de manera presencial, cuando quizá podamos llegara a entender, en su plenitud, el sentido y el significado de cada celebración.
Y en medio del sufrimiento que la pandemia nos ha traído: ¿cómo interpretar “el silencio de Dios”? En el mensaje del P. Cantalamessa, del Viernes Santo del año pasado, leemos:
“Dios —escribe san Agustín—, siendo supremamente bueno, no permitiría jamás que cualquier mal existiera en sus obras, si no fuera lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar del mal mismo el bien”.
¿Acaso Dios Padre ha querido la muerte de su Hijo, para sacar un bien de ella? No, simplemente ha permitido que la libertad humana siguiera su curso, haciendo, sin embargo, que sirviera a su plan, no al de los hombres.
Esto vale también para los males naturales como los terremotos y las pestes. Él no los suscita. Él ha dado también a la naturaleza una especie de libertad, cualitativamente diferente, sin duda, de la libertad moral del hombre, pero siempre una forma de libertad. Libertad de evolucionar según sus leyes de desarrollo.
No ha creado el mundo como un reloj programado con antelación en cualquier mínimo movimiento suyo. Es lo que algunos llaman la casualidad, y que la Biblia, en cambio, llama “sabiduría de Dios”.
“Dios participa en nuestro dolor para vencerlo”. “Es aliado nuestro, no del virus”. La cruz de Cristo”, “ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano. De todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, una maldición”.
“Gracias a la cruz de Cristo, el sufrimiento se ha convertido también, a su manera, en una especie de ‘sacramento universal de salvación’ para el género humano”.
“el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos”. “Nos ha salvado del delirio de la omnipotencia. Ahora los pueblos estamos más unidos, más solidarios y más humanos”.
El manual del Regnum Christi, movimiento al que pertenezco, aconseja:
“Para ayudarse a vivir unidos a Cristo en su pasión durante la Semana Santa, lean la pasión del Señor según el siguiente orden: el Miércoles Santo, la pasión según san Mateo; el Jueves Santo, la pasión según san Marcos; el Viernes Santo, la pasión según san Juan; y el Sábado Santo, la pasión según san Lucas.
Durante el Triduo Sacro de la Semana Santa (del Jueves Santo por la tarde a la Vigilia Pascual del sábado por la noche), prefieran voluntariamente abstenerse del uso de la radio y de la televisión, a no ser que se trate de programas en consonancia con los misterios que la Iglesia celebra (por ejemplo el relato: “Mi Cristo Roto” de Ramón Cue Romano ó la película de “La Pasión” de Mel Gibson) y no acudan a espectáculos o fiestas, para recoger su espíritu con sentimientos de gratitud y de reconocimiento en la meditación de los hechos que celebra la Iglesia en esos días.
Cuando en muchos ambientes se dedica ese período a la diversión y a la disipación, los cristianos deben esforzarse por unirse a la vida de la Iglesia y valorar el don de su propia redención, obtenido por el amor de Cristo mediante su pasión y muerte en la Cruz”.
Te recomiendo vivir con austeridad, abstinencia, sacrificios y pedir perdón a Dios (confesándonos o haciendo una contrición perfecta o verdadero arrepentimiento) y a los demás en persona, escribiendo o llamando. Vivamos la Semana Santa llenos de paz y gozo por la seguridad de la victoria de Cristo.
Debemos salir de nosotros mismos, convivir más y convivir mejor – sobre todo con los miembros de nuestras familias. Para experimentar el amor de Dios, es importante tener mucho cuidado de no centrarnos en nosotros mismo. Para ello busquen convivir, incluso más, con los que normalmente menos conviven. Recuerden, siempre podemos hacer algo por los demás.
Consejos prácticos para Semana Santa
Por último, les dejo unos consejos prácticos para cada día además de la lectura y refleccion de las escrituras de cada día del misal:
Domingo de Ramos: Entrada triunfal de Jesús a lo que Él sabe será una muerte terrible. (Pon un ramo o palma en la puerta de tu casa y/o procesión con ramos y agua bendita).
Jueves Santo: Eucaristía (haz tu pan), Caridad (Lava los pies de alguien) y Sacerdocio (Ministerial, reza por los sacerdotes).
No temas, aunque sufras con Cristo ese Huerto de los Olivos.
Viernes Santo: Via-crucis de mi vida, de mi familia. (Rezar y/o representar el Via-crucis 14 cruces/estaciones de Jerusalem) Mis caídas, mis cruces, las de mi familia.
Sabado Santo: Silencio de redes sociales. Tristeza y soledad de la Virgen Madre de Dios. (Reza el Rosario).
Domingo de Resurrección: ¡Aleluya!!! LA FIESTA y su fruto nuestro Bautismo.
¡Este es el día más grande! ¡Celebremos la Pascua! ¡Felices Pascuas de Resurrección!