Los valores en la familia

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Mtra. Rosario Prieto

San Juan Pablo II exclamaba: Familia: ¡Sé lo que eres!

Desde entonces esa frase resuena en el corazón y en la mente de tantas y tantas familias que quieren realmente cumplir con su misión de ser: Cuna de santos, de hombres y mujeres de bien, íntegros, maduros, capaces de ejercer su libertad, guiada por su inteligencia y voluntad, tomando aquellas decisiones que les hará verdaderamente humanos y vivir de acuerdo con su dignidad.

¿Cómo están compuestas las familias?

Las familias están compuestas por personas comunes y corrientes que, buscan la felicidad de cada uno de sus miembros, para lo cual grandes y chicos están dispuestos a los más grandes sacrificios.

La familia debe ser, la comunidad viva que genera vida en todos los sentidos, y es que es precisamente en ella, donde nacemos física, emocional, social y espiritualmente.

Es ahí donde inicia nuestra vida, desde el momento de la concepción, en el vientre de mamá y, al mismo tiempo, o incluso antes, en la mente y corazón de nuestros padres.

Es ahí donde crecemos y aprendemos aquello que nos configura como personas para encontrar nuestra misión en la vida y luchar, el resto de nuestros días en este planeta, por ver cumplida la vocación que nos ha sido dada a cada uno.

Esto sólo se logra en el seno de una comunidad de amor, íntima, única e irrepetible, que es la familia de cada uno, un recinto en el que idealmente ha de reinar la paz, la aceptación incondicional por cada persona que le conforma.

La dignidad de la persona humana está fundamentada en su riqueza como ser, hecho a Imagen y Semejanza de Dios, y es precisamente en el ser de cada integrante de la familia, donde radica la misión única e intransferible de ésta: Dar aquello que le es necesario para crecer en edad, sabiduría y gracia. Es decir, aquello que le ayudará a cada persona a su bienestar y a su bien ser.

La familia debe promover lo valioso, lo que está a la altura de la dignidad del ser humano.

Le corresponde la educación de los valores humanos, de modo que se formen personas capaces de enfrentarse a la vida con un proyecto personal, con madurez, con ideales, es decir, personas felices, que trasciendan.

Ante la ausencia de valores, lo que los padres deben hacer, es ser los primeros en la vida de sus hijos, darles información y formación, llegar antes que cualquiera, con los criterios que les permitan elegir el bien y aprender a amar la verdad.

Es preciso, por tanto, educar la inteligencia, la voluntad, las emociones, la afectividad, la libertad; educarles para la vida y esto es educarles en valores y virtudes.

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¿Qué relación tienen los valores con las virtudes?

Los valores son aquello que la inteligencia descubre como bueno, son los fines que se quieren alcanzar. Las virtudes son la fuerza que nos capacitan para lograr los fines. 

Por tanto, la educación moral consiste, precisamente, no sólo en inculcar valores, sino también en ayudar a forjar las disposiciones que nos capacitan para lograr esos valores que configuran profundamente la personalidad y son parte fundamental en la educación, las virtudes son hábitos operativos buenos que se adquieren por la repetición de actos y conceden a la persona la facilidad para obrar en ese determinado sentido: A través de la voluntad y libertad, es necesario que la persona quiera hacerlos conscientemente y con esfuerzo.

Cuando decimos que una persona tiene valores, nos referimos a que ese hombre o esa mujer se comporta de acuerdo con ciertos criterios que la inteligencia percibe como buenos, es decir, valiosos.

Cuando la persona se comporta siempre de manera consciente de una manera, no solo adecuada y apropiada, sino esforzándose de la mejor manera para lograrlo, es cuando hablamos de una persona virtuosa.

Los principales valores

Podemos encontrar valores religiosos, morales, estéticos, intelectuales, afectivos, sociales, físicos, económicos y en todos ellos, la familia debe formar, educar; la mejor manera de hacerlo es a través del ejemplo, de la congruencia entre el pensamiento, la intención, las palabras y las obras.

La familia es una comunidad de personas donde aprendemos lo necesario para vivir y ser felices.

Por lo tanto, es fundamentalmente una escuela de valores y virtudes para lograr la madurez y la trascendencia.

¿Cómo podemos enseñar los valores y las virtudes?

Para enseñar valores y virtudes, se necesita que, en la familia cada una de las personas luchen cada día por ser mejores, por vivir los valores, también como matrimonio, esposo y esposa han de ser motivo para que uno y otro sean más amables, es decir dignos de ser amados, nos solo por su dignidad ontológica sino también por su dignidad moral.

Ahora como papá  y mamá, han de estar totalmente involucrados y esforzarse mucho  por ser las personas que están llamadas a ser y ser un modelo a seguir para sus hijos, abiertos a la vida, al amor, a la personalidad de cada hijo, entendiendo y atendiendo lo propio de cada edad en cada etapa del desarrollo; acercarse delicadamente, con ternura para enseñarles lo que es la vida y la mejor manera de vivirla.

Los principales valores son aquellos que te forjan el carácter, aquellos que te hacen más humano, que configuran la estructura del interior.

Se manifiestan en el pensar, hablar, decidir y actuar de cada persona.

Podemos nombrar algunos, como el orden, la sinceridad, la laboriosidad, la generosidad, la constancia, el pudor, la amistad, la reciedumbre, el respeto, la honestidad, la lealtad, la sencillez, solidaridad, piedad, puntualidad, fidelidad, magnanimidad, espíritu de servicio, etc.

Todo esto se puede entender a los ojos de la inteligencia como algo bueno, deseable para la persona que, si lo practica, le hará más digno moralmente hablando y si se esfuerza conscientemente en trabajarlo durante toda su vida, y encarna esos valores en su persona, logrará ser virtuoso, es decir, más justo, prudente, paciente y dueño de sí, que son precisamente las virtudes cardinales de donde se desprenden las anteriormente mencionadas, entre otras, que podemos entender como virtudes humanas. 

Recordemos el amor, que, si bien es un valor porque lo percibimos como un bien con la inteligencia, es una decisión en el campo de la voluntad y libertad y ha de ser conquistado día a día y es el principio y fin de cada paso que damos en la vida…

De nada serviría que una persona se esforzara por ser ordenada, puntual, constante, etc., solo por voluntarismo… “Si yo no tengo amor, yo nada soy Señor…” y si, el amor es lo que hace que todo tome un sentido real y pleno, que trascienda y ordene su ser, que tenga una jerarquía en esos valores que tanto le llaman la atención y se ponga a trabajar en si misma para poder amar más y mejor a los demás, porque lo merece y lo merecen los que le rodean.

Con amor se puede transformar el mundo, así es, el mundo interno de un ser humano y el mundo exterior también.

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Es así como, terminamos acercándonos al Amor de los Amores y reconocemos que sin Él poco o nada podemos.

Le pedimos con fervor nos conceda fe, esperanza y caridad, las virtudes teologales que nos permiten conocer, esperar y amar a Dios, Amor Mismo.

Que nos ayude y conceda encarnar esos valores que anhelamos para que, viviendo las virtudes, seamos humanamente maduros y felices, gozando de encarnar la Verdad, el Bien y la Belleza, y eternamente santos.

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