Por Mtra. Claudia Orozco Galindo Coordinadora de Licenciatura, Pontificio Instituto Juan Pablo II, sede México.
De un día para otro se vaciaron las calles, se desocuparon los cines y los centros comerciales, se cerraron las escuelas y las universidades, se agotaron los víveres en las tiendas grandes de autoservicio, se acabaron las misas con feligreses presentes, terminó el tráfico y las aglomeraciones.
La naturaleza tomó su rumbo de nueva cuenta y los animales que se habían replegado por los turistas están regresando a sus lugares de origen. Por lo que podemos ver en imágenes satelitales, la contaminación de las grandes urbes se está precipitando de manera espectacular. Y muchos, desde nuestras casas ya, nos damos cuenta de lo verdaderamente importante: nuestra familia.
En estos días que nos vamos a quedar en casa, una de las reflexiones que vienen a mi mente es justamente el entender cómo funcionan las familias y cómo podemos aprender los unos de los otros.

¿Qué son los roles en la familia?
Todas las familias podemos considerarnos sistemas, porque cuando uno de nuestros miembros se mueve (o se deja de mover) hay un cambio en los demás. Cada miembro integrante de la familia es insustituible, invaluable e importante, cada uno tiene un papel diferente que cubrir. Estos son los roles, cómo funcionamos cada uno dentro de nuestros sistemas familiares.

La familia en tiempos de cuarentena
Los padres que tenemos la oportunidad de hacer home office en estos tiempos de coronavirus, tenemos que estar lidiando no sólo con las video llamadas, los mensajes instantáneos y las conferencias a distancia, sino también tenemos que cuidar y acompañar a nuestros hijos para que ellos también vivan estos tiempos anormales como de trabajo, aprendizaje, pero también de sana diversión. Además de que todos los miembros de la familia tendremos que participar en labores de limpieza, higiene y alimentación. Y digo “todos”, no solo los que normalmente lo hacen.
Las familias vivirán en estos días grandes grados de empatía y cooperación, así como de solidaridad y cuidado mutuo. Esta actitud que naturalmente emerge de un voltear a ver al otro y proclamarle nuestro amor a través del servicio.
En la medida en que nosotros, como padres de familia, estemos involucrados y comprometidos con nuestros hijos, podremos brindarles un ambiente equilibrado y sano en donde ellos desarrollen su máximo potencial. Y antes del compromiso para con ellos, es voltearnos a ver como padres y renovar el compromiso el uno con el otro. Si la pareja está bien, la familia podrá estar fuerte para afrontar las adversidades naturales (y no tan naturales) de la vida. Y esto también es real para considerar en cada uno de los padres. Cuando logramos tener un balance de vida, entre lo importante y lo urgente, entre las diferentes áreas (laboral, social, de pareja, familiar, académico, profesional, espiritual, etc.), entre lo que tenemos y lo que deseamos tener, entonces podremos estar en paz para brindar a nuestros seres queridos nuestra mejor versión.
Los padres estamos llamados a fungir los roles de cuidadores, protectores, proveedores y educadores, cada uno desde nuestra masculinidad o nuestra feminidad. Ambos estamos llamados a enseñarles la ley más importante: la del amor. El amor del hombre sale al encuentro y busca el acogimiento de la mujer. El amor de la mujer acoge, abraza, nutre. Este amor se traduce en cuidado y en marcar límites claros de autoridad.
Para que los hijos puedan crecer en un ambiente sano y favorable, los padres deben de hacer un trabajo de consciencia y reflexión, de elección y acuerdos en los estilos de crianza. Los hijos vienen a cambiar el sistema, la rutina, los contratos hablados y escritos de los ahora padres. Los hijos, en su inocencia y su pequeñez, pueden llegar a ser nuestra principal motivación para ser mejores cada día.
El papel de los hijos es crecer en responsabilidad y autonomía a través del acompañamiento de los padres. Sí es obedecer, pero también es retar para el crecimiento, la adaptación y la evolución de cada uno de los miembros de la familia.
Tanto padres como hijos, en esta cuarentena, debemos de ver por nuestra salud física, mental y espiritual, por nuestro cuidado mutuo, por nuestra empatía y solidaridad. Se recomienda que se tenga un horario familiar e individual, donde se delimiten las actividades con horas y se incluyan otras que normalmente no hacemos porque “no nos da tiempo”. Dentro de este horario, no olvidar dividirse las tareas del hogar y la limpieza, y también tener tiempo de convivencia y diversión.

Que estos días de encierro nos sirvan para valorar qué es lo más importante y agradecer por ello. De momento yo, empiezo con un muro del agradecimiento, donde pediré a cada uno de los miembros de mi familia que escriba en un post it porqué damos gracias el día de hoy. Después pegaremos los post its en una pared y veremos cómo termina esa pared al final de esta cuarentena. ¿Qué vas a hacer tú?