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Nadie sabe el valor de la Eucaristía hasta que no la puede tener

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Por Mtra. Claudia Orozco Galindo

Hace algunos años tuve la oportunidad de estudiar un semestre de mi licenciatura en Canadá.  En ese tiempo mi cosmovisión estaba reducida a mi universidad: un solo idioma, un solo color de piel, una sola nacionalidad, una sola religión.  Cuando estuve en UofR, University of Regina, en Saskatchewan, Canadá, tuve la gran oportunidad de vivir un ambiente universitario en toda la extensión de la palabra: muchos idiomas (no solo inglés), muchos colores de piel, estudiantes universitarios de todos lados del mundo, y muchos jóvenes entregados a diferentes credos.

El primer domingo que estuve ahí, recorrí varios lugares y no pude encontrar una misa católica.  Primero porque casi no había iglesias (o por lo menos esa fue mi impresión como estudiante internacional recién llegada y súper perdida), y segundo porque los templos católicos eran muy escasos.  Fue hasta ese entonces que pude darme cuenta de qué afortunados somos los mexicanos por tener, literal, una iglesia en cada esquina.  Y más afortunados por tener, casi casi, una misa cada hora.

Hoy, 23 de marzo del 2020, añoro tanto el no haber podido salir a misa ayer…  Sí, nos conectamos en familia para ver diferentes transmisiones. Mis papás la misa de las 12 en la Basílica de Guadalupe; mi hija y yo nos conectamos a la 1:15 a la misa de niños de la Divina Providencia en Mérida (transmisión por Facebook live).

Fue impresionante ver las bancas de la Basílica vacías, cuando la toma de la cámara se abría más allá del altar, y los sacerdotes celebrantes, tan lejos uno del otro.

Y ahora, la Jefa de Gobierno, ha dispuesto también cancelar las misas por la contingencia.  La Basílica de Guadalupe cerró por primera vez en la historia sus puertas y celebró con 10 fieles y miles de cibernautas devotos.

Una de las analogías que me encantaba usar cuando hablaba de la Eucaristía es aquella que va más o menos así: “Si en un banco estuvieran regalando $100 a cada persona que pasara por ahí, seguramente habría personas formadas para recibirlos.  La Eucaristía es mucho más valiosa que eso, y nos hace falta las colas de personas para recibirla”.

En estos momentos es cuando más necesitamos la Eucaristía, el alimento del alma, la fortaleza espiritual.  Así como nos estamos protegiendo del Covid-19 con aislamiento y extremando medidas higiénicas de precaución; así deberíamos también protegernos el alma, alimentarnos de la Palabra del Señor (que, si tenemos Biblia en nuestras casas, no tenemos que ir necesariamente a las Iglesias para escucharla), hacer oración en familia (Madre Teresa afirmaba que una familia que reza unida, nunca se separa).  Hay muchas formas de conectarnos con él y, bendita tecnología, nos permite estar cerca aun estando lejos.  Hay muchos canales de YouTube o transmisiones en vivo de Adoraciones Eucarísticas, de Misas, de conciertos católicos desde casa, podcasts.  Y si nos queremos poner más creativos, hay muchas páginas donde nos podemos ver con nuestros hermanos de comunidad y, así a distancia, orar los unos por los otros.  Animo a hacerlo y a dejar nuestro espíritu creativo a actuar en pro de nuestro crecimiento espiritual en esta tan particular cuaresma encuarentenada.  Así mismo, exhorto a todos los lectores a unirnos en oración con el Santo Padre Francisco cada que así lo solicite; de momento, el miércoles 25 de marzo y viernes 27 de marzo a medio día de Roma (5 a.m. hora de México) para pedir por la humanidad entera.

En estos momentos de angustia, desesperación, tristeza y faltos de esperanza, es cuando MÁS nos debemos de tomar de la mano del Señor.  Papa Francisco dice “¡nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El dragón del mal existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza!”[1].

Después de la Cuaresma, viene la Pasión y la Muerte del Señor. Pero la historia no termina ahí…  ¡Vana sería nuestra fe!  Habrá un nuevo amanecer, La Resurrección, donde podremos estar todos otra vez ahí…  en el templo, en adoración, en Santa Comunión.

Mientras llega ese gozoso día, estamos unidos en oración.

[1] Bergoglio, J. (2018) La iglesia de la misericordia.


Maestría en
Ciencias de la Familia

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