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El reto de Ser mujer en el siglo XXI

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Por Victoria Mijares

En este siglo XXI el papel de la mujer y su participación en la vida social, económica, política, religiosa y cultural, es relevante y prioritario.

A poco más de veinte años de la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, China; hemos escuchado hablar mucho sobre el tema de los derechos de la mujer en distintos foros y en distintos países, y me llaman la atención dos aspectos:

  1. Por un lado; la situación que aún existe y vive la mujer en países como Afganistán, Paquistán, India, Somalia, República Democrática del Congo, India, incluso en México; en nuestra megalópolis, en zonas rurales y en nuestros pueblos indígenas; los temas de violencia física y sexual, insalubridad, educación, y pobreza son realmente alarmantes y lamentables.
  1. Por otro lado; se demandan demasiados “derechos”; derecho a la no a la discriminación, derecho a la no a la violencia, derecho a la independencia económica, derecho a los derechos sexuales y reproductivos, derecho a la igualdad y equidad de género; hablándose poco o nada de obligaciones. Y más allá de “obligaciones” (porque el simple termino como que saca “roncha”) Plantear propuestas donde la prioridad más allá de la perspectiva de género sea la persona humana.

En este sentido, sí bien es cierto que el Estado es el que debe garantizar las derechos de las personas, en especifico de las mujeres; considero que es urgente y apremiante que las propias mujeres, redescubramos y apreciemos nuestra dignidad de ser mujeres, así como nuestra vocación y “genio femenino” al que fuimos llamadas y que nos caracteriza.


Despertar y alentar la participación de la mujer como elemento insustituible en la construcción de una nueva sociedad humana basada en el amor. Para ello tendríamos que reconocer en primera instancia que la dignidad de la mujer radica, en ser antes que nada persona humana; Es decir, nuestra dignidad no viene por nuestra femineidad, sino que antecede a nuestra propia femineidad. Antes que ser mujeres somos personas humanas.                                                 

El significado de dignidad ontológicamente, nos refiere al valor de la persona, la dignidad radica en el ser mismo. En este contexto promover un desarrollo sostenible centrado en la persona, y desde ahí su condición femenina, su sexualidad, su apertura a la maternidad, su labor forjadora y formadora en valores, en cultura y en la fe.


Después de la “Revolución Femenina” la mujer en la lucha del reconocimiento de su dignidad y derechos, ha perdido el fin con los medios, y se ha convertido en su peor enemigo, se ha dejado influenciar por ideologías y tendencias que les han hecho perder poco a poco……su Dignidad de Ser Mujer.

La mujer por generaciones ha sido la principal educadora, y formadora en el hogar, en las familias, educó generaciones de hijos machistas, que se convirtieron en hombres parecidos a los mismos que les hacían “revelarse”, e hijas que veían la injusticia y no querrían repetir patrones. Fueron educando hijos e hijas que en la actualidad se muestran rebeldes y confundidos en sus roles y vocación.

Existen muchos modos de ser mujer (y de ser hombre). La mujer puede ser soltera, casada, con hijos, embarazada, con trabajo, o desempleada; puede ser policía, presidente, tener estudios sólo de primaria o enseñar en una universidad, o ninguno; puede encontrarse en la cárcel o dictar sentencias en un tribunal; puede estar enferma o pasar los días de su vejez en una casa de ancianos. En cada situación, la dignidad es la misma.

La dignidad pertenece a cada mujer simplemente por ser miembro de la especie humana, se encuentre donde se encuentre, haga lo que haga, viva de una manera o de otra.

Considero que la solución sería; volver al principio, volver a la esencia; para el varón un desarrollo perfecto de su masculinidad, y para la mujer el cumplimento más cabal de su feminidad genuina… que son las maneras respectivas como uno y otra pueden alcanzar la plenitud personal que les corresponde. ¡Cuando la mujer asuma su verdadera vocación, la grandeza del “misterio” de haber nacido mujer, la influencia y el poder que este simple hecho implica, la humanidad seria otra….!

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas. Juan Pablo II, Carta a las mujeres (1995)

Maestría en
Ciencias de la Familia

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