Cómo crecer en el amor desde casa

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Mtra. Andrea Márquez Gutiérrez

Bastó un pequeño virus para frenar al mundo, de pronto se detuvieron las grandes economías, se pusieron a prueba los sistemas de salud, de educación, de transporte, y por momentos, incluso la fe.

Miles de personas han perdido la vida y muchos más han perdido seres queridos, otros han perdido la salud, el trabajo, ¿cuántos habrán perdido también la esperanza?

La cuarentena ha obligado a algunos a convivir con su familia las veinticuatro horas del día, pero a otros los ha sumergido en la soledad.

Otros simplemente no tienen la posibilidad de quedarse en casa y deben salir a trabajar a pesar de los riesgos.

Una situación como esta sin duda nos sacude, nos pone a prueba en todos los sentidos e inevitablemente nos lleva a los cuestionamientos esenciales sobre el sentido de nuestra vida, lo realmente importante, quiénes somos y hacia dónde vamos.

Cómo crecer en el amor desde casa

Y me parece que Juan Pablo II lograba dar respuesta a esos interrogantes en unas pocas líneas.

“El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa de él vivamente.” (Encíclica Redemptor Hominis).

Es entonces el amor, la brújula que debe guiar nuestra vida en medio de la confusión, la incertidumbre, el miedo, el dolor, el cansancio, los retos y demás situaciones a las que nos enfrenta la vida; especialmente, debemos asegurarnos de que sea parte de la vida diaria, de lo ordinario.

El amor es el antídoto perfecto para la rutina, sólo éste vuelve especial y trascendente cada acción y momento.

Y ante esta situación que enfrentamos se hace aún más necesario amar y sentirnos amados.

Sin embargo hay momentos en los que no puedo evitar preguntarme, si ante las medidas sanitarias necesarias para protegernos y disminuir el número de contagios, estaremos también aprendiendo a aislar y abandonar al enfermo, al moribundo, al anciano.

Si se ha despersonalizado al otro y se le ha convertido en un “peligro” que no vale la pena tomar, hasta llegar a ver casos en los que se discrimina o agrede al personal de la salud.

¿Qué aprenderán de todo esto los niños y jóvenes a los que de pronto se les prohibió abrazar a los abuelos, tener contacto con otros, ir a la iglesia?

¿Qué aprenderán cuando escuchan que se llama “irresponsable” al que anda en la calle, al que no usa cubre bocas, entre otros ejemplos?

Con todo esto no quiero decir que se deben eliminar o disminuir las medidas de precaución, por el contrario, debemos seguirlas y promoverlas.

Esto es más bien una invitación a no desaprovechar la oportunidad de ser mejores y salir fortalecidos de esta situación, de formar en valores ante esto que nos toca vivir.

A no sustituir la compasión con la precaución, a no perder la empatía y la “cercanía” con el otro en medio del aislamiento.

A no olvidar que hay otros que sufren. A amar y sentirnos amados desde casa.

Qué importante sabernos amados. Constantemente buscamos la aprobación y el cariño de los demás. Sin embargo tenemos el amor perfecto y eterno ya desde siempre.

El amor de Dios que nos ha amado desde antes de crearnos, que a pesar de nuestras faltas nos espera y nos acoge siempre como padre amoroso.

Que nos entregó a su hijo para redimirnos y que prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo.

Aprovechemos estas circunstancias para conectar nuevamente con este Dios que nos ama con locura y sintamos su amor y su presencia en nuestra vida, especialmente en las dificultades.

Nos sentiremos amados al reconocer todo lo que tenemos, la mayoría del tiempo damos por sentadas todas las maravillas que nos rodean; la naturaleza, la maravilla de cada persona que forma parte de nuestra vida con sus defectos y virtudes, su creatividad, su forma particular de ser y expresarse y todo lo que aporta a nuestra vida.

Y si ponemos atención veremos también las muestras de amor de los demás, que a veces se manifiestan en preocupación, en trabajo, en regaños, en comida caliente en la mesa y tantas otras.

El amor a nosotros mismos

Es importante demostrarnos amor a nosotros mismos, pero no desde el egoísmo, la vanidad y el consumismo; sino mediante aquello que nos beneficie, que nos ayude a mejorar; desde comer de forma más saludable, hacer ejercicio, hasta cuidar de qué nutrimos nuestra mente y alma.

Cómo crecer en el amor desde casa

Amar a los demás

De igual manera estamos llamados a amar a los demás; pero es posible que una convivencia tan constante y prolongada como la del confinamiento genere fricciones.

El aburrimiento, el estrés, la incertidumbre, el miedo y otras tantas emociones que experimenta cada miembro de la familia en sus propios tiempos y formas, hacen especialmente necesario que al menos en casa exista un clima de armonía, de tolerancia y solidaridad, así que la primer forma de demostrar amor es mediante la comprensión, el respeto y la empatía.

Esta cuarentena es también una gran oportunidad para reencontrarnos con la pareja, con los hijos, con los padres.

Dedicar tiempo para conocer al otro de nuevo, para hablar sobre sus sueños, sus miedos; para hacer cosas juntos, y en ocasiones habrá que ceder y hacer lo que al otro le gusta, ver la película o comer lo que el otro elija, dejar de hacer algo que quieres por ayudarle a hacer una tarea o proyecto.

Si aprovechamos cada uno de estos momentos para saber lo que hay en su mente y su corazón, si sonreímos más, si expresamos más el afecto, sin lugar a dudas cada miembro de esa familia se sentirá amado.

Cómo crecer en el amor desde casa

Amar al mundo desde casa

Es importante tomar conciencia del otro. No olvidar a los familiares, vecinos o amigos que sabemos que están solos o que pasan dificultades.

Ir más allá y pensar también en los que no conocemos y tienen tantas necesidades. Tener presentes a los que sufren por tantos motivos.

Esto despierta en nosotros el deseo de hacer algo, y si bien no podemos ir a visitarlos, sí hay otras formas en las que podemos amarlos desde casa; orar por ellos, dedicar nuestro tiempo y hacer una llamada para mitigar su soledad, compartir contenido esperanzador, generar algún empleo si tenemos la posibilidad, donando despensas, ropa, medicamentos, productos de limpieza; consumir productos y servicios de aquellos que están buscando desesperadamente salir adelante.

Bendecirlos, desearles el bien. Pero hacerlo conscientemente por amor.

Seguramente has pensado en muchas otras formas en las que puedes ayudar. Lo importante es hacer una práctica consciente de compasión y solidaridad para con el otro, aun respetando la sana distancia.

Porque esta es la única forma de distancia que puede de humanizarnos y ayudarnos a crecer en medio de esta prueba.

Maestría en
Ciencias de la Familia

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