Cómo combatir la pereza espiritual

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Por Lupita Venegas | Valora A.C.

“Que la familia cristiana retome su papel protagónico en la construcción de sociedades más sanas”.

Crece el desconcierto, la violencia y la incertidumbre en nuestra sociedad. El miedo va conquistando hasta los corazones más optimistas. La palabra de Dios nos describe con claridad los síntomas de nuestro tiempo en la carta de San Pablo a los Gálatas cuando pone de manifiesto los frutos de la carne: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas.

En cambio, los frutos del espíritu son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (Gál 5. 19-23).

¿Cómo transformar nuestra sociedad? ¿Cómo obtener los frutos del espíritu?

¡Necesitamos alimentar el alma!

Siendo nosotros unidad inseparable de cuerpo y alma, nos hemos olvidado de alimentar el alma pues la visión inmanentista nos concentra en la carne, en la materia, en lo que es práctico e inmediato. Estamos alimentando sólo el cuerpo con nuestra vida superficial, en donde todo es descartable. 

Del mismo modo que existe una obesidad del cuerpo, cuando somos sedentarios y sólo nos alimentamos de chatarra, existe una especie de “obesidad del alma” si la llenamos de chatarra espiritual y no nos movemos para darle vida. 

La tibieza espiritual, o acedia, tiene estos síntomas:

  1. La voluntad carece de energía
  2. Existe un habitual desgano por las prácticas de piedad
  3. Sacramentos mal recibidos  
  4. No se tiene inconveniente en cometer pecados veniales
  5. Los pecados veniales se multiplican

San Alfonso María de Ligorio, nos da una respuesta contundente cuando habla de la “mala alimentación del alma”. Él sostiene que esta pereza espiritual es fruto de:

Sacramentos defectuosamente recibidos. Pocas lecturas espirituales, sin que dejen ninguna reflexión seria para el alma. Meditación sin hacer ningún plan de enmienda. Se pierden muchas gracias espirituales que se iban a recibir, porque no se dedica tiempo exclusivamente a Dios.

Las confusiones que hoy enfrentamos, se deben en gran parte a que nos hemos alejado de la Luz que solo Dios puede dar a nuestras conciencias para elegir el bien y rechazar el mal. 

Volver a Dios es la respuesta a nuestras interrogantes más profundas.

San Alfonso nos recomienda las siguientes medidas para combatir la pereza espiritual:

+Primeramente recordar que nada es imposible para Dios. Así que debo solicitar su gracia para vencer mi falta de voluntad.  Lo que yo no puedo, ¡Dios los puede!

+Enseguida tener un gran deseo de conseguir la santidad. Que este sea nuestro ideal. Un ideal es un bien que apasiona la voluntad y la mueve a actuar. Ser santo significa: convertirme en la mejor versión de mí mismo, en la persona que Dios quiere que sea. Hacer lo que Dios quiere que yo haga ante cada decisión de vida.

+Conocer vidas de santos que puedan inspirarme.

+Acudir a ejercicios, espirituales, retiros, congresos, cursos y conferencias que alimenten el conocimiento de Cristo.  ¡Conocerlo más, para amarlo más! 

+Integrarme y participar en un grupo de oración o una comunidad de personas que quieran vivir su fe en plenitud.

La Iglesia está llena de invitaciones e iniciativas para alimentar tu alma, ¡aprovéchalas!Cultivemos los frutos del espíritu en familia y salgamos a dar luz a otras familias. Recordemos la reflexión de Mons. Fulton Sheen que decía: “El único argumento que el mundo ha de escuchar es el argumento de la santidad personal. Ha escuchado todos los demás y los ha rechazado”.

Maestría en
Ciencias de la Familia

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