Psic. Erika Zepeda
Para ninguno de nosotros es extraño el reconocer de qué manera la pandemia que estamos atravesando ha afectado nuestra vida.
Nuestra manera de relacionarnos e incluso la forma en la que llevamos las interacciones en nuestra familia ha cambiado.
Cuando hablamos de crianza efectiva y de las tareas que tenemos como padres es muy importante mantener en mente conceptos como consistencia y flexibilidad.
El primero, se refiere a la posibilidad de establecer patrones de conducta saludables que permitan que el niño (o adolescente) sepa qué esperar ante determinadas situaciones; eso le dará seguridad.
La flexibilidad viene cuando se hace necesario ceder para pertenecer; cuando de acuerdo al contexto es importante suavizar la norma y de vez en cuando permitir que el niño gane algunas batallas.
Siguiendo con la idea de la consistencia y la flexibilidad en lo que absolutamente debemos hacer como padres, comparto con ustedes algunas ideas que, estoy segura serán de utilidad para los tiempos de contingencia que estamos atravesando, en los que probablemente hemos pasado de no haber tenido tiempo para estar con la familia y los hijos, a una modalidad full-time con ellos.
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1. Ser amorosamente firmes
No importa cuánto ames a tus hijos, cuando hay que corregir, hay que corregir.
Ser amorosamente firmes se puede traducir en una frase como “sí hijo, te amo mucho; sin embargo, lo que hiciste no fue correcto y por tanto es importante corregir esa acción”.
¿Qué padre no ha experimentado un amor tan grande por sus hijos, que incluso podría dejarse cegar por él?.
También puede ser el caso que, en este tiempo de contingencia podría bajar nuestra tolerancia a la frustración como padres, y entonces tomar una actitud permisiva y poco consistente con nuestros hijos.
En cualquiera de los casos, es importante poder mantener ambos extremos de la labor parental; es decir, mantenernos amorosos sin que eso signifique ser indulgentes.
Es importante mantener claras las normas y valores que se hayan inculcado en el hogar, y poder corregir en el momento indicado, con amor.
Pongo un ejemplo: el hijo mayor de la familia “H” ha desarrollado una gran habilidad lingüística a sus escasos 10 años de edad y constantemente está debatiendo con los padres para obtener favores para él. La madre sabe de sus encantos para tratar de convencer y exponer sus argumentos para lograr dichos favores.
Ella, como madre amorosamente firme podrá reconocer lo elocuente de su discurso, y de sus argumentos y, a pesar de ello, mantenerse firme en las normas acordadas para el buen funcionamiento de la familia; sin llegar a la desesperación.

2. Adecuar las reglas de la casa, según la edad
Una de las quejas recurrentes en las familias que tienen hijos de diferentes edades es el por qué los padres usan las mismas reglas, para todos.
Los hijos mayores se quejan de que las reglas para ellos son igual que para los más pequeños y en ocasiones, los más chicos exigen disfrutar de las mismas concesiones que los hermanos mayores.
Primeramente, es recomendable identificar en qué etapa del ciclo vital está mi familia; es decir, ¿tengo hijos adolescentes e hijos en etapa preescolar?, ¿tengo hijos que ya son adultos mayores e hijos adolescentes?, ¿tengo hijos en etapa preescolar y escolar?, etc.
Cualquiera que sea la situación, la realidad es que como padres de familia debemos flexibilizar nuestro estilo parental y adecuarlo a la etapa de desarrollo en la que se encuentran nuestros hijos.
En ese sentido, si en una familia existen hijos que son adultos mayores, además de adolescentes e hijos en etapa preescolar, los padres de familia tendrán que flexibilizar su estilo parental para adecuarse a las necesidades de cada etapa de desarrollo, así como las reglas del hogar, pues entre más pequeños son los hijos, más dependen de la orientación y guía de los padres.
A partir de la adolescencia, los hijos comienzan a depender menos de los padres, y empiezan a exigir un poco de autonomía, lo cual es normal, y hasta deseable, pues comienzan a prepararse para la emancipación y eventualmente dejar el nido.
Como padres, debemos saber que a mayor edad, los hijos también demandarán mayor autonomía, la cual debe venir acompañada de más responsabilidades.
Nada bueno resultará de la concesión de total autonomía sin compromiso para el niño.
Por tanto, una manera de adecuar el estilo parental y las normas de la casa a la etapa de desarrollo de los hijos, se puede encontrar en esta fórmula: a mayor edad, mayores responsabilidades; si éstas son cumplidas positivamente, entonces puede haber mayor autonomía.
Un ejemplo claro de esto sería el adolescente que quiere tener permiso de estar fuera de casa por más tiempo, salir con sus amigos sin chaperón, o incluso poder manejar el automóvil familiar.
Es importante que los padres puedan dialogar si el joven ha demostrado ser comprometido con las encomiendas que se le han hecho y entonces está listo para recibir un estilo de crianza más adecuado a su edad o no.
En caso afirmativo, los padres podrían considerar flexibilizar el horario de llegada, el estilo del corte de cabello, el tipo de ventimenta, etc., sin embargo, esto no aplicaría si los más pequeños que exigieran quedarse hasta tarde despiertos solo porque el hermano mayor así lo hace.
O bien, que el hermano mayor no tenga los permisos especiales de acuerdo a su edad porque los hermanos pequeños exigirán lo mismo.
Es importante que en la familia cada quien tenga claro sus alcances, sus límites y sus responsabilidades y que los padres eviten utilizar el mismo estilo parental con todos los hijos.
En esencia, lo más importante; es decir, los principios y valores, deben mantenerse, pero las maneras de de impartir disciplina, de resolver conflictos, de asignar concesiones, debe ser ajustada a la etapa de desarrollo del niño.

3. Usar un lenguaje estratégico, enfocado en la solución
El uso del lenguaje en nuestra cultura está lleno de formas negativas para orientar, disciplinar, corregir o modificar alguna conducta; por mencionar algunas, podemos encontrar con frecuencia el no, nunca, jamás, en casi todos los contextos de nuestra sociedad.
Cuando vamos por la calle, podemos encontrar letreros como “no estacionarse”, “no fumar”, “no entrar sin cubrebocas”, “no alimentar a los animales”, etc., en casa probablemente escuchemos frases como “nunca te duermas con el cabello mojado”, “no brinques en la cama”, “nunca te vayas a la cama enfadado con tus hijos”, etc.
Nos hemos acostumbrado a utilizar las fórmulas negativas para comunicarnos o incluso, para instalar hábitos cuando queremos orientar o disciplinar a nuestros hijos.
Hacer uso de un lenguaje estratégico con los niños (y los no tan jovencitos también) implicaría el enfocarse en la conducta que sí quiero que suceda, en lo que sí es deseable.
Por ejemplo “antes de dormir seca tu pelo”, “brinca en esta parte, es más seguro”, “antes de irte a dormir, asegúrate de resolver los malos entendidos con tus papás”.
Como padres, resultará más útil enfocarnos en lo que sí es deseable, en lo que sí puede funcionar, y poner atención a lo que sí se puede, lejos de dar una larga lista de todo lo que no se debe hacer.
Otra forma de utilizar el lenguaje estratégico a nuestro favor, es hacer uso de la ilusión de alternativas.
En algunas ocasiones, lidiar con la oposición o el berrinche puede ser molesto para los padres. Ocasionalmente está bien dejar al niño que gane algunas batallas y estratégicamente permitirle elegir de entre dos alternativas igualmente buenas para el padre.
Por ejemplo: es la hora de hacer la tarea y el padre de antemano sabe que habrá llanto, enojo, pataleos, o simplemente desmotivación para hacerlo.
Una forma de presentarle alternativas al niño (siendo amorosamente firmes) podría ser el darle dos opciones que sean igualmente buenas tanto para el padre como para el niño.
En este caso, el decirle al chico “¿prefieres iniciar tu tarea ahora o en diez minutos?”, “¿sería mejor para ti iniciar con español o con matemáticas?”, “¿prefieres trabajar durante 30 minutos y luego tener un descanso de 5 minutos, o más bien trabajar 45 minutos y tener un descanso de 10 minutos?”.
La estrategia de la ilusión de alternativas puede rescatar la relación padres-hijo en muchas ocasiones; y ser útil para evitar que esto se convierta en un estancamiento interaccional.
El uso del lenguaje en nuestra cultura está lleno de formas negativas para orientar, disciplinar, corregir o modificar alguna conducta; por mencionar algunas, podemos encontrar con frecuencia el no, nunca, jamás, en casi todos los contextos de nuestra sociedad.

Aún cuando se ha probado la efectividad de las propuestas antes mencionadas, cada padre de familia es experto en el correcto manejo de sus hijos, y seguramente sabe qué soluciones funcionan mejor que otras.
Sin embargo, si se quiere diversificar la gama de estrategias en la crianza efectiva de nuestros pequeños, le invito a poner en práctica algunas de las sugerencias antes mencionadas, usted seguramente sabe cuál le será de mayor utilidad.
La intención siempre será fortalecer en el amor a Dios a nuestras familias, y poner una lente sobre todo lo que sí funciona, y dejar de hacer aquello que no.
La vida es un constante cambio, y a menudo, día tras día, nos estamos mejorando como hijos de Dios, como personas, como pareja, como padres, e incluso como hijos.
La clave en una crianza efectiva está en ser consistente en lo que sí funciona, dejando de lado lo que no.
Charles Torres, Ruperto (2010). Terapia Breve Sistémica en Soluciones para Parejas y padres. Ed. Cree-Ser: México
Domínguez, García, Jorge (20110). Preparando a los hijos para el éxito. Ed. Cree-Ser: México