Viviendo en una sociedad líquida, el reto es construir sobre roca.
Por Carlos Lepe Pineda
Vivimos, en el siglo XXI, en una época que es bien caracterizada por el sociólogo Zygmunt Bauman como “líquida”. Tenemos preocupaciones muy occidentales. Vivimos en un mundo donde nos olvidamos de los demás y no contemplamos todas las realidades que nos rodean.
Vivimos un cambio de época que produce una tremenda incertidumbre ante el futuro.
Pareciera que no hay ni siquiera esperanza. Existe un solo vencedor, el consumismo, hijo del fracaso de comunismo.
Vivimos una crisis profunda del capitalismo que tiene repercusiones a nivel social, político, económico, con una polarización de los grandes poderes.
Zygmunt Bauman trabajó con la gran metáfora de la modernidad líquida. Se caracteriza por la desafección, el profundo individualismo, hay indiferencia, la preferencia por los derechos y el olvido de las obligaciones, la falta de relaciones sólidas. Somos un mundo de hipersensibilidad por los derechos.
Todo se ha vuelto maleable, menos serio. Prima la soledad.
Creíamos haber superado el fascismo, el racismo, los nacionalismos, el totalitarismo. Pero estamos reviviendo estos terribles monstruos del pasado.
Es este cambio de época nos abre grandes oportunidades, pero también conlleva grandes y peligrosos riesgos.
La licuefacción de la verdad
Vivimos en un mundo muy complejo. El hecho de que estemos en una sociedad líquida nos lleva a la licuefacción de la verdad. Si no hay verdad, no hay diálogo. Bajo la suposición de que la verdad se vuelve líquida, cada quién tiene su verdad. Existe un fuerte relativismo.
La licuefacción de la verdad produce indiferencia que impacta sobre todos los aspectos de nuestra vida, política, religiosa, científica, social, ecológica. El enemigo no es la cosa en sí, sino el uso irresponsable de las cosas.
En esta época, nada en la vida vale la pena ser pensado seriamente. Pero nosotros debemos pensar las cosas a fondo, ¡nos estamos engañando con discursos emotivos!
Si no hay verdad, tampoco hay posibilidad de diálogo. Si la verdad es líquida, no hay posibilidad de colaboración entre personas, no hay compresión entre culturas. Si la verdad es líquida, somos islas encerradas en nuestra soledad mental. Nos quieren convencer de esto. El tema no es de opiniones sino de realidades.
La persona disuelta
La persona se disuelve cuando creemos que no hay personas sino solo cualidades. La persona dejó de ser su naturaleza y se convirtió en sus cualidades. Las queremos sólo en su plenitud de cualidades. Se entiende a la persona desde lo que produce, lo que sabe, lo que goza, la salud que tiene, la inteligencia que posee… no desde su intrínseca dignidad.
La persona humana tiene una cualidad fundante y fundamental: el valor intrínseco de la dignidad.
Disolver a la persona es poner en riegos vidas humanas, porque olvidamos su valor.
Las relaciones amorfas
Es referirnos a que todo tiene fecha de caducidad. Ninguna relación vale verdaderamente la pena.
Hay una pérdida del sentido de las relaciones. La relación social y solidaria también se vuelve amorfa. La autoridad carece de contenido. Todo se encuentra en relación con mi pequeña perspectiva de la realidad.
Ahogados en los medios
Vivimos una mayor vida digital que real. Vale más un like que todo el amor del mundo. Si es gratis, tú eres el producto. Los medios quieren saber todo del consumidor, qué le gusta, a dónde va, qué prefiere.
Debemos conocer los derechos digitales, para que los defendamos.
Conclusión: construir sobre roca
Vivimos en un mundo líquido, sí, pero no somos marionetas del pensamiento.
Debemos enfocamos a reconocer, buscar y comunicar la verdad. O nos preocupa la verdad o seremos víctimas de esta propia indiferencia. Hay que tutelar y reconocer la dignidad humana.
Restablecer el valor de las relaciones. Soy en relación con el otro. Se debe de vivir en servicio a los demás.
Estamos invitados a tener una mayor sensibilidad. Tenemos que ennoblecer la vida humana. ¿Dónde quedan los grandes ideales y el corazón expandido? Hay mucho amor en el mundo, solo faltan personas dispuestas a compartirlo.