Mtra. Fabiola Mancilla
Como terapeuta familiar, docente y profesional de la educación y la vida a diferentes niveles, desde hace 32 años, me he enfrentado a toda clase de retos en mi vida, desafíos estudiantiles, satisfacciones y hasta momentos de tensión. Y debo admitir que nunca imaginé vivir lo que en días pasados experimenté en tres grupos de tercero de secundaria.
La importancia de la vida humana
Como parte de la discusión y reflexión de clase, se revisaba un supuesto caso que planteaba una situación extrema en la que se debía tomar la decisión de elegir cuál vida preservar: la de un niño o la de un chimpancé perteneciente a una especie en extinción. Tal vez el lector tenga muy clara la dignidad y el valor de la persona humana, lo cual lejos de hacer al humano dueño tiránico de la naturaleza, sí lo pone por encima de ella, le confiere un valor intrínseco y una responsabilidad existencial hacia sí, hacia los semejantes y hacia la naturaleza misma.
Respecto a la decisión y “razones” expuestas por los adolescentes en cuestión, me impactó la convicción y liviandad de los argumentos dados (punto y aparte la edad y capacidad de abstracción). ¡Las opiniones se inclinaron mayoritaria y peligrosamente a elegir la vida del gorila por encima de la del niño! Y esto se sustentaba en frases como: “personas hay demasiadas en la tierra, en cambio el gorila está en extinción…” o “Si fuera mi familiar preferiría salvar al niño, pero si no, salvaría al gorila…”En balde argumentos, preguntas, ejemplos y frases provocadoras como contrapeso. ¡Los tres grupos manifestaron la misma postura! Y si acaso hubo alguien que no pensara de tal forma, la presión de grupo al parecer fue apabullante, ni siquiera una débil opinión diferente…
¿En qué momento nuestros adolescentes de hoy perdieron la brújula?
Quedé sobrecogida, francamente preocupada. Con tristeza y muchas grandes incógnitas: ¿Qué no supimos mostrar los adultos que estamos a su alrededor? ¿En qué momento como sociedad dejamos de valorar a la persona humana? Si bien es cierto que el ejercicio planteaba una situación extrema, y tampoco se trataba de ver al humano como “dueño del mundo natural”, el vacío existencial, la tergiversación de valores y lo descarnado, frío y poco sensible de sus expresiones me impactó.
¿Qué está sucediendo en nuestra cotidianidad social, en nuestros vínculos, en nuestro día a día que lleva a nuestros jóvenes a expresarse con ausencia total de empatía a los semejantes y valoración hacia la vida humana? ¿Se habrán dado cuenta de ello los adultos encargados de su formación (padres o tutores)? ¿Qué ha llevado a nuestros hijos, sobrinos y demás adolescentes a sostener tales argumentos? Y lo más importante: ¿Cómo enderezar el rumbo? ¿Cómo rescatar el valor de la persona humana? ¿Cómo vivirnos como especie responsable de la propia y las demás?
Quiero aclarar que no se trata de instalarnos en la comodidad del no cambio, o no aceptación de la juventud. Se trata de darle al cambio una dirección favorable, una dirección que muestre el daño que nos hacemos cuando caemos en la relatividad de los valores, el vacío existencial, el consumismo de ideologías sin cuestionarlas, el sin sentido, la liquidez…
Siempre se ha visto a la juventud como sinónimo de esperanza y renovación… ¿Qué es imperante revisar ahora?
Hoy más que nunca se hace evidente la necesidad de voltear hacia las humanidades: Filosofía, Ética, Pedagogía, Teología, Psicología, Antropología Filosófica, Historia, Desarrollo Humano y Familiar, entre otras. Al respecto, pregunté a algunos jóvenes universitarios y adultos profesionistas, su opinión respecto a si las carreras de humanidades son necesarias o no:
“Si, porque permiten conocernos como especie, la interacción que tenemos con otras y el desarrollo histórico de la misma. Son necesarias porque dan la oportunidad de comprender al humano como individuo, así como los diferentes fenómenos presentes al interactuar con otros individuos” (sic. 19 años, masculino, estudiante de Ing, Aeroespacial).
Las humanidades y la sociedad
“Las humanidades tienen consigo la historia de los humanos, y sin historia no hay futuro. Porque las humanidades dan coherencia a la sociedad, crean el marco jurídico para la convivencia, ayudan a estudiar y entender al humano más allá del aspecto biológico.” (sic. Femenina, 53 años. Lic. en Educación Preescolar y Lic. en Derecho).
“…son fundamentales para hacer reflexionar al individuo y hacerlo mas cercano a lo humano: se necesita ética para aplicarla en todas las áreas, incluso en el pensamiento e investigación científica. Y eso te lo da una carrera humanística. También ayuda a entender procesos, qué somos, quienes somos. Independientemente de abrir una puerta al conocimiento de nuestras raíces, encauzan la emotividad y la imaginación…” (sic. Femenina. 23 años. Estudiante de Odontología).
Es de reconocer que al menos en estos casos, la vox pópuli tiene claro el papel de las humanidades para la comprensión del humano por el mismo humano, sus interacciones, historia y destino. Ante esto, no puedo dejar de mencionar la voz de los expertos: Vatican News publicó en su página web del 23 de nov. del 2021, la reflexión titulada Repensemos la presencia del ser humano en el mundo. Misma que se realiza en torno al mensaje en video que el Papa dio a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura. Dicho mensaje “toca los nudos esenciales de la existencia humana, es necesario realizar un esfuerzo creativo de pensamiento y acción y repensar la presencia del humano en el mundo” (Vatican News, 2021).
“…el Papa Francisco señala la necesidad de redescubrir el sentido y el valor del ser humano en relación con los desafíos que afronta” (Vatican News, 2021).
La necesidad está nombrada y la tarea encomendada: nos toca a los humanos y humanistas actuar sobre la vida humana.
Afortunadamente existen instituciones de Educación Superior con reconocimiento y validez oficial que ofrecen Licenciaturas, estudios de posgrado, cursos y diplomados que dan respuesta a la necesidad de repensar lo humano y sobre todo, la vida humana, anclarlo a la vivencia personal cotidiana. Tal es el caso de la Lic. en Desarrollo Humano y Familiar que imparte el Pontificio Instituto Juan Pablo II
Quienes nos sentimos comprometidos con el destino de la humanidad, y buscamos aliento y opciones para abordar los desafíos que la vida y lo humano nos plantean, hemos encontrado en sus Licenciaturas y Posgrados, esperanza, sustento teórico y elementos prácticos para responder a los diversos desafíos de la existencia humana. Te invito a visitar su página y si te identificas con las ideas aquí expuestas, puedes descargar la Guía Vocacional
“¡Qué importa al hombre ganar la luna y sembrar satélites, Si pierde la moneda de su nombre, si pierde la imagen de su estrella, si pierde los latidos del destino, si pierde el sentido de su presencia!”
-Miguel López 1974-