MCF. Luis Ignacio Márquez Gutiérrez
Históricamente, cada generación ha tenido características únicas que les diferencian de otras generaciones, lo que tiene que ver con su manera de pensar, de relacionarse con el mundo, de percibirse a sí mismos y de socializar, lo cual ha implicado retos para los padres de familia, ya que la manera de educar se ha tenido que ir adaptando a los cambios de estas generaciones a fin de que la educación tenga frutos, por lo tanto, es normal que como madre o padre de familia, te cuestiones cómo hacer para educar a tus hijos cuando pareciera que hablan idiomas diferentes, lo cual, figurativamente, es real. Si bien estos cambios generacionales eran mucho más lentos en siglos pasados, los siglos XX y XXI han sido especialmente cambiantes por diversos factores, comenzando por el uso de la radio a principios del siglo pasado, que abría un nuevo medio de comunicación masivo, posteriormente vino la televisión, que se convirtió en un fenómeno tecnológico que modificó la forma en la que se convivía en la familia y abrió toda una nueva faceta al entretenimiento y a la comunicación de ideas e ideologías, hasta llegar al internet en la última década del siglo pasado, a partir de ahí, la educación se ha vuelto especialmente desafiante, abriendo el paso a la Era Digital y a la globalización.
Es muy común escuchar, especialmente a los adultos mayores decir cosas como “antes las cosas eran mejores” o “se han perdido los valores”, etc. Lo más interesante es que los padres actuales adultos mayores y los padres de estos, decían exactamente lo mismo, por lo que es importante entender que desde la particularidad de cada generación, existen cosas muy buenas y otras “debatibles”, sin embargo, el tema que nos compete en este caso es sobre la educación de los hijos, por lo que la reflexión girará en torno a las adversidades a la que se enfrentan los padres e incluso los mismos hijos, así como algunas ideas para poder facilitar esta educación.
Comencemos por entender los tiempos en los que vivimos: toda la información del mundo está disponible a un clic de distancia y tarda menos de un segundo en desplegarse. Inicialmente, esta afirmación es algo bueno, sin embargo, es importante analizar otros elementos en la formación del carácter que se ven impactados de una manera menos positiva, por ejemplo, la paciencia y la tolerancia a la frustración ya que quieren todo en el aquí y en el ahora, basta con ver en el cataclismo que ocurre en un hogar cuando se cae el internet o se va la luz por más de 10 minutos. De alguna manera, esto nos hace entender que la educación por parte de los padres tiene que ver, más que nunca, con valores, ayudarles a desarrollar una inteligencia emocional y darles herramientas para la vida real (retomaremos este concepto más adelante), ya que el tener tanta información a la mano, no garantiza que esta sea verídica, sino que se exponen a fuentes poco confiables, contenidos falaces o inapropiados que afectarían su forma de percibir la sociedad y sus relaciones humanas.
Por otro lado, tenemos las redes sociales que rompen todas las barreras de distancia para comunicarse con otras personas, así como para visualizar y compartir contenido creado por otras personas o por ellos mismos. Si bien suena bastante atractiva esta última afirmación, hay que entender que también existen riesgos, como la pérdida de privacidad o el oversharing, convertirse en blanco de acoso cibernético, robo de identidad, entrar en contacto con personas que tienen malas intenciones, etc. Todo esto hace referencias a elementos prácticos y de seguridad básicos que se deben considerar, sin embargo, hay una amenaza mucho más sutil y que se debe tener en cuenta: Trastornar la vida real, esto es, “comprarse” o proyectar un estilo de vida con un grado de perfección y felicidad completamente irreales e inalcanzables que comienzan a generar frustración, un auto concepto peyorativo, envidia, etc. Ya que en este “mundo perfecto” no hay cabida para el sufrimiento o la vulnerabilidad. Esto obviamente desencadena una serie de efectos que modifican el estilo de vida de los hijos, particularmente de los adolescentes, ya que la apariencia física y la demostración del poder adquisitivo se vuelven fundamentales para contar con la aceptación, los me gusta y los seguidores.
Ya que expusimos dos problemáticas predominantes en esta Era Digital, es importante entender que los padres, más que nunca, deben estar cercanos y vigilantes de sus hijos para saber orientarles de manera oportuna y adecuada.
Es una realidad que ya prácticamente se da por hecho el uso del internet y las redes sociales, ya que los mismos padres proporcionan los medios para acceder a los mismos y es importante por ende no “demonizarlos”, simplemente hay que aprender que son herramientas y que la vida o el entretenimiento no pueden girar en torno a ellos, por lo tanto, el primer reto es que los padres aprendan a limitar el tiempo que sus hijos emplean en los dispositivos, pero desde la coherencia, es decir, que los hijos no vean a sus padres todo el día en el móvil, esto llevará a tener que buscar otras formas de convivencia y pasar tiempo juntos. Pero más importante, a abrir espacios de diálogo valiosísimos para conocerse mutuamente y poder llevar la conversación a un nivel de mayor profundidad.
Conocer y escuchar a los influencers o el tipo de contenidos con los que están en contacto, ya que ayudará a identificar las ideas que están permeando en ellos, los valores que consideran importantes y las figuras que se están convirtiendo en sus modelos a seguir, lo que les dará la pauta como padres para identificar aquellos temas que necesitan tratar con sus hijos, no a modo de reproche o confrontación, sino en diálogo abierto y sincero que les de una perspectiva distinta que les ayude a resolver sus dudas, lo que implica el compromiso de los padres de formarse y hablar siempre desde la empatía.
La lista de temas y estrategias sería interminable, sin embargo, atender estos temas concretos sentarán las bases para poder entender mejor a los hijos en su entorno y poder adaptar las estrategias formativas para que tengan un impacto real. Recuerden: o nos adaptamos o morimos.