Dra. Gregoria Salas Flores
Uno de los objetivos de la Pastoral Familiar es el acompañamiento preparado para formar, prevenir y asistir con un acercamiento humano y teológico a las familias para que sean comunidades salvadas y salvadoras y ayudándolas a cumplir su vocación, alcanzando la santidad en la vida cotidiana y su misión en la Iglesia y en el mundo.
Considero sea necesario fortalecer esta Institución social primordial en un país. Y llamados a desarrollarnos como individuos y sociedades, pero ¿cuál es el desarrollo que debemos buscar?
Depende de la visión del ser humano que tengamos y esa visión es iluminada por la razón y por la fe.
Si el ser humano construye su proyecto al margen de Dios, buscando el logro por sí mismo, el resultado es la confusión de lenguas y la dispersión (Torre de Babel), se genera entonces un mundo inhóspito, frío, utilitario, presentado así un cúmulo de retos a la Pastoral familiar.
Así, la propuesta del Magisterio de la Iglesia, subrayando la Imago Dei , Dios Uno y Trino, imagen comunitaria por lo cual está llamado al desarrollo integral buscando el equilibrio entre el individuo y la sociedad sin atropellar la dignidad de la persona humana – siempre fin y no medio – en cuyo ejercicio de una libertad responsable busca siempre la verdad y el amor, considera también las obligaciones: …”quienes, al reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus deberes o no les dan la importancia debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra construyen“. (Juan XXIII, Pacem in terris, 55, 264).
La célula vital de la sociedad
Es pues, la familia, célula vital de la sociedad, “comunidad de amor y solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de los propios miembros y de la sociedad” (C.D.S. 229).

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La vida social no es algo añadido a la persona humana sino una exigencia de su naturaleza. La persona es un ser constitutivamente social, porque así lo ha querido Dios que lo ha creado.
Las relaciones fraternas entre los hombres son análogas a las relaciones entre las personas de la Trinidad. Es verdad, que hoy, más difícilmente se puede hablar de ello, por los resultados de los avances de una hipermodernidad, donde parece importar más la estética que la ética, en donde en esta sociedad de riesgo pareciesen más legítimos los movimientos sociales y las propias Instituciones sociales “per sé” estén sufriendo un desencanto, provocando con ello, un vacío político, un vacío social… quiero citar textualmente las palabras de nuestro Papa emérito Benedicto XVI emitidas el 5 de octubre 2007 a los participantes de la sesión plenaria de la Comisión Teológica Internacional:
“Si a causa de un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva el escepticismo y el relativismo ético llegasen a cancelar los principios fundamentales de la ley moral natural, el orden democrático mismo seria radicalmente herido en sus fundamentos. (…) Es, en efecto, del respeto de este último que depende el desarrollo de los individuos y de la sociedad en el camino de un auténtico progreso conforme a la recta razón que es una participación de la Razón eterna (Ratio eterna) de Dios.
Cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la equidad del ordenamiento social, es decir los derechos fundamentales del hombre, ninguna ley hecha por los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador en el corazón del hombre sin que la sociedad misma quede herida dramáticamente en lo que constituye su fundamento irrenunciable.
Apela así, nuestro Papa Emérito a la conciencia colectiva en defensa de los valores familiares, mencionados también por nuestro Papa actual: La familia constituye la gran “riqueza social”, que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos.
En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos no son una forma de limosna, sino una verdadera “deuda social” respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos. (Papa Francisco 6 de julio de 2015); y porque el “futuro de la humanidad se fragua en la familia” (JP II FC Conclusión, párrafo 3°). Nos recuerda a todos como agentes de la Pastoral familiar el compromiso de estar al servicio de la familia, como sociedad fortaleciéndola, porque formamos parte de una de ellas y de la gran familia de Dios:
¡Familia, sé lo que eres!
En el designio de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su “identidad”, lo que “es”, sino también su “misión”, lo que puede y debe “hacer”. El cometido, que ella por vocación de Dios está llamada a desempeñar en la historia, brota de su mismo ser y representa su desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad: familia, ¡” sé” lo que “eres”! (FC III,17): El reflejo que la vida cotidiana del taller de Nazareth hizo y dejó del Misterio de la Familia Trinitaria.